Salíamos de Tokyo el día 13 a las 10 de la noche, así que teníamos otro día entero para explorar la capital. Tomoko nos había recomendado ir a Asakusa, un templo famoso por su lámpara gigante en la entrada (se ve a menudo esta imagen como representación de Tokyo). Nos indicó qué trenes y metros tomar para llegar. Pero como vive muy lejos en las afueras, cuando íbamos por Ginza llevábamos 1h30 en el tren y nos quedaban, según la pantalla del metro, otros 26 minutos para llegar. Para no volvernos psicóticos, decidimos cambiar el plan y bajarnos en la estación de Ginza. Una vez fuera, caminamos en dirección a Tsukiji, el mercado de pescado donde habíamos cenado el primer día. Pasamos delante del teatro de Kabuki (antiguo teatro jaonés):
Justo donde empieza el barrio de Tsukiji, encontramos un restaurante bonito donde comimos nuestro último plato de sushi.
Dimos una vuelta por el parque del palacio imperial y por el barrio de la estación de Tokyo.
De camino, encontramos un agradable parque con columpios para pequeños y grandes, incluido una tirolina. Fue un respiro agradable antes de la larga vuelta en tren hasta la casa de Tomoko.
Nos pusimos en marcha para el aeropuerto de Narita, a unas dos horas en coche del barrio de Kinuta donde nos alojábamos. Llegamos prontito y tuvimos tiempo de tomar unas copas de despedida.
¿Por qué viven mis amigas tan lejos?
Una larga noche de avión más tarde (en el sentido este-oeste, el vuelo se alargó bastante - 11:30 en vez de 9:30 a la ida). Yo no dormí casi nada ya que los niños se despertaron por turno. Llegamos a Qatar a las 4 de la mañana y se hizo de día poco después, así que aprovechamos las horas tempranas para dar una vuelta por el barrio diplomático donde se encuentran todos los edificios famosos, los que se ven en las fotos.
Lo curioso es que está toda la ciudad en obras, incluso donde se encuentran esos edificios. Sólo se oye ruido de maquinaria y está todo lleno de polvo y de arena del desierto. Fuera en la calle, a primera hora de la mañana y supongo que a todas horas también, no se ven qataríes sino trabajadores indios, pakistaníes, nepalies etc. A las 6:30 de la mañana, el calor se volvió más intenso, pero todavía no insoportable. Paramos en unos columpios al lado de una pradera de césped verde mantenido por un sistema de riego que hizo la alegría de los niños.
Se puede apreciar la skyline en el fondo. Allí también nos cruzamos solamente con africanos, filipinos e indios. Los únicos qataríes que vimos fueron en un sitio cercano al zoco que ofrecía paseos en camello.
En el zoco, contra toda esperanza encontramos un sitio que ofrecía desayuno con huevos fritos. Nos premitió hacer un poco de tiempo para no llegar demasiado temprano a nuestro hotel, el mismo que al principio del viaje (nos había gustado la piscina). El hotel está dentro de un barrio menos espectacular que el barrio diplomático. Eso es la vista desde la ventana de la habitación:
Como hacía ya demasiado calor para estar fuera y además estábamos agotaditos, nos bañamos en la piscina, nos echamos una siesta y comimos pollo a la barbacoa que Chema nos fue a comprar en un retaurante indio. Luego más piscina y más siesta. Pensábamos salir a cenar, el zoco es muy agradable por la noche, pero no hubo manera de despertar a los niños así que salimos un poco antes de las once y compramos una hamburguesa donde el indio de antes.
Y ya se acaba este blog, me despido hasta que empecemos nuevas aventuras.
Justo donde empieza el barrio de Tsukiji, encontramos un restaurante bonito donde comimos nuestro último plato de sushi.
Dimos una vuelta por el parque del palacio imperial y por el barrio de la estación de Tokyo.
De camino, encontramos un agradable parque con columpios para pequeños y grandes, incluido una tirolina. Fue un respiro agradable antes de la larga vuelta en tren hasta la casa de Tomoko.
Nos pusimos en marcha para el aeropuerto de Narita, a unas dos horas en coche del barrio de Kinuta donde nos alojábamos. Llegamos prontito y tuvimos tiempo de tomar unas copas de despedida.
¿Por qué viven mis amigas tan lejos?
Una larga noche de avión más tarde (en el sentido este-oeste, el vuelo se alargó bastante - 11:30 en vez de 9:30 a la ida). Yo no dormí casi nada ya que los niños se despertaron por turno. Llegamos a Qatar a las 4 de la mañana y se hizo de día poco después, así que aprovechamos las horas tempranas para dar una vuelta por el barrio diplomático donde se encuentran todos los edificios famosos, los que se ven en las fotos.
Lo curioso es que está toda la ciudad en obras, incluso donde se encuentran esos edificios. Sólo se oye ruido de maquinaria y está todo lleno de polvo y de arena del desierto. Fuera en la calle, a primera hora de la mañana y supongo que a todas horas también, no se ven qataríes sino trabajadores indios, pakistaníes, nepalies etc. A las 6:30 de la mañana, el calor se volvió más intenso, pero todavía no insoportable. Paramos en unos columpios al lado de una pradera de césped verde mantenido por un sistema de riego que hizo la alegría de los niños.
Se puede apreciar la skyline en el fondo. Allí también nos cruzamos solamente con africanos, filipinos e indios. Los únicos qataríes que vimos fueron en un sitio cercano al zoco que ofrecía paseos en camello.
En el zoco, contra toda esperanza encontramos un sitio que ofrecía desayuno con huevos fritos. Nos premitió hacer un poco de tiempo para no llegar demasiado temprano a nuestro hotel, el mismo que al principio del viaje (nos había gustado la piscina). El hotel está dentro de un barrio menos espectacular que el barrio diplomático. Eso es la vista desde la ventana de la habitación:
Como hacía ya demasiado calor para estar fuera y además estábamos agotaditos, nos bañamos en la piscina, nos echamos una siesta y comimos pollo a la barbacoa que Chema nos fue a comprar en un retaurante indio. Luego más piscina y más siesta. Pensábamos salir a cenar, el zoco es muy agradable por la noche, pero no hubo manera de despertar a los niños así que salimos un poco antes de las once y compramos una hamburguesa donde el indio de antes.
Y ya se acaba este blog, me despido hasta que empecemos nuevas aventuras.
¡SAYONARA!















