En Okayama todo es ya un poco más provincial. La gente se fija más en nosotros (es decir, en los niños) y hay cada vez menos cosas en inglés. La atracción principal de la ciudad es un castillo de color negro rodeado de un gran jardín. Allí fuimos en un tranvía de madera antiguo. Mientras estábamos caminando del tranvía al castillo en un sol abrasador, yo estaba gestionando el alojamiento de la noche. Es que estábamos empezando la semana de oro japonesa donde toooodos los japoneses se van de vacaciones. Total que no había ni una sola habitación de hotel libre por debajo de mil euros desde principios de abril. Al final había encontrado un alojamiento en la pampa en la isla de Shikoku a través de Airbnb, que estaba todavía sin confirmar. Estaba sudando tanto por el calor como por la idea de pasar la noche en nuestro coche de alquiler.
Mientras tanto habíamos llegado al jardín del castillo. De entrada decidimos pasar del castillo y verlo nada más que por fuera ya que los dos castillos que habíamos visto ya no contenían nada más que restillos de pinturas. Pero por fuera era bien bonito.
El jardín nos gustó, un poco menos a Leo que se cayó en un riachuelo del jardín y mojó sus zapatillas nuevas.
Hay un jardín de iris.
Y los novios van allí a sacarse fotos.
Al salir dimos una vuelta en un pedalo en forma de cisne en el río entre jardín y castillo. Fuimos a comer gyoza (ravioli de pollo) y cha-han (arroz frito) en un chino al lado de la parada de tranvía que además de comida rica tenía juguetes en una sala delante del restaurante. Nos fuimos solo porque nos echaron (cerraban a las 3), sino habríamos seguido con gyoza y cerveza mientras los niños se tiraban por el tobogán.
Hicimos un poco de tiempo antes de ir a recoger nuestro coche de alquiler que nos esperaba en una oficina cerca del hotel. Es un coche en forma de cubo como tienen todos por aquí, con navegador integrado probablemente muy eficaz pero para nosotros difícil de manejar a pesar de que habla inglés con acento de Dallas. Para los que lo querían saber no me sé la marca ni los detalles técnicos del coche.
Milagrosamente los empleados de la oficina de alquiler supieron poner la dirección de nuestro alojamiento fantasma de esa noche y seguimos fielmente las instrucciones de nuestra guía tejana hasta Awa, un pueblo en la isla de Shikoku que está por debajo de la isla principal que se llama Honshu. Para cruzar hay que pasar un puente gigante que pasa por tres islas.
Y de verdad había una casa de huéspedes en Awa, la encontramos y estaba abierta, y además había una habitación para nosotros.
HS Japan
Oonishi 212-4 Ichibacho Yamanoue
Awa, Tokushima
Los dueños son una pareja muy simpática. En Airbnb el sitio tiene algunas criticas malas por su ubicación al lado de una carretera grande y en un pueblo más bien feo, pero sólo hace falta recorrer unos kilómetros para encontrarse en la naturaleza. Visto lo difícil que lo habíamos tenido para encontrar un sitio donde pasar la noche, nos daba igual si era feo o bonito. Nos recomendaron un restaurante de ramen y demás cosas como carne a la parrilla y allí cenamos. Carne a la parrilla no nos dieron porque las mesas con parrilla estaban ocupadas o porque en la parte del restaurante que tenía parrillas había unos borrachos que acabaron tumbados en el suelo de tatami con el cigarro a la boca. Pero cenamos estupendamente.
Mientras tanto habíamos llegado al jardín del castillo. De entrada decidimos pasar del castillo y verlo nada más que por fuera ya que los dos castillos que habíamos visto ya no contenían nada más que restillos de pinturas. Pero por fuera era bien bonito.
El jardín nos gustó, un poco menos a Leo que se cayó en un riachuelo del jardín y mojó sus zapatillas nuevas.
Hay un jardín de iris.
Y los novios van allí a sacarse fotos.
Al salir dimos una vuelta en un pedalo en forma de cisne en el río entre jardín y castillo. Fuimos a comer gyoza (ravioli de pollo) y cha-han (arroz frito) en un chino al lado de la parada de tranvía que además de comida rica tenía juguetes en una sala delante del restaurante. Nos fuimos solo porque nos echaron (cerraban a las 3), sino habríamos seguido con gyoza y cerveza mientras los niños se tiraban por el tobogán.
Hicimos un poco de tiempo antes de ir a recoger nuestro coche de alquiler que nos esperaba en una oficina cerca del hotel. Es un coche en forma de cubo como tienen todos por aquí, con navegador integrado probablemente muy eficaz pero para nosotros difícil de manejar a pesar de que habla inglés con acento de Dallas. Para los que lo querían saber no me sé la marca ni los detalles técnicos del coche.
Milagrosamente los empleados de la oficina de alquiler supieron poner la dirección de nuestro alojamiento fantasma de esa noche y seguimos fielmente las instrucciones de nuestra guía tejana hasta Awa, un pueblo en la isla de Shikoku que está por debajo de la isla principal que se llama Honshu. Para cruzar hay que pasar un puente gigante que pasa por tres islas.
Y de verdad había una casa de huéspedes en Awa, la encontramos y estaba abierta, y además había una habitación para nosotros.
HS Japan
Oonishi 212-4 Ichibacho Yamanoue
Awa, Tokushima
Los dueños son una pareja muy simpática. En Airbnb el sitio tiene algunas criticas malas por su ubicación al lado de una carretera grande y en un pueblo más bien feo, pero sólo hace falta recorrer unos kilómetros para encontrarse en la naturaleza. Visto lo difícil que lo habíamos tenido para encontrar un sitio donde pasar la noche, nos daba igual si era feo o bonito. Nos recomendaron un restaurante de ramen y demás cosas como carne a la parrilla y allí cenamos. Carne a la parrilla no nos dieron porque las mesas con parrilla estaban ocupadas o porque en la parte del restaurante que tenía parrillas había unos borrachos que acabaron tumbados en el suelo de tatami con el cigarro a la boca. Pero cenamos estupendamente.
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