mercredi 6 mai 2015

5 de mayo - Matsuyama

Todavía nos quedaba por ver Matsuyama, lo cual conseguimos sólo a medias ya que teníamos que devolver el coche de alquiler a las 17:30 en Okayama, a tres horas en coche desde Matsuyama. Hay un onsen famoso que no conseguimos ver, pero tampoco estaba muy segura si hacer pagarpagar a todos los 1500 yenes de la entrada para bañarse otra vez en agua hirviendo. En vez de eso fuimos a ver el castillo, al que se accede en teleférico o en telesillas para los que no tienen rubios.

En todos los sitios había un muñeco de samurái muy mono como saben hacerlo los japoneses.


Dimos una vuelta al castillo escalando escaleras de madera cada vez más empinadas. A la vuelta de una esquina encontramos un sitio donde los niños podían sacarse fotos vestidos de samurái. Provocamos alegría entre el público y para las jóvenes voluntarias que les vistieron.



Luego había disfraces mas sencillos de poner.


Vistas del castillo.


Pero se nos hacía tarde. Compramos guarrerías fritas del 7/11 (nuestro súper de referencia en Japón como en toda Asia) y nos fuimos con el coche hacia Okayama. Cogimos otra carretera que pasaba por 5 ó 6 islas y cruzamos otros muchos puentes gigantes.


Todo iba bien hasta que nos encontramos con un atasco gigante de unos 10 km de largo. Hay que saber que las autopistas japonesas no sólo son carísimas, sino también por la mayor parte de un sólo carril, así que pagas 3000 yenes por ir a 60 detrás de un camión. En nuestro caso, el atasco gigante era provocado por la salida del peaje. Hasta Okayama pusimos la WiFi móvil que nos había dado Tomoko y tratamos de evitar tramos en rojo en el mapa de tráfico. Al final sólo llegamos 20 minutos tarde, pero que agobio de viaje. Era también el final de la semana de oro, de allí el trafico denso.

Dijimos adiós a nuestro coche.


Como recompensa, fuimos a comer sushi en un sitio con cinta rodante que habíamos visto la ultima vez que estuvimos en Okayama. El sistema es el siguiente: uno coge de la cinta los sushis o demás cosas que le apetecen, luego junta los platos que son de distintos colores para distintos precios, y paga. Acabamos con dos montañas de platos, los campeones del restaurante. Una pena que se nos olvidó sacar una foto.

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