Habíamos quedado con mi amiga Tomoko en Mishima al mediodía, así que hicimos tiempo viendo la ciudad. Como no venía ni en nuestra guía ni mucho en Internet, empezamos por el parque que estaba al lado de nuestro hotel. Sorpresa, contenía atracciones para niños, así que pasamos un buen rato allí.
Excavadora de juguete fabricada en España, ni más ni menos.
Espejos deformantes
Del parque pasamos al templo donde se celebraban bodas y bautizos, creemos que varios a la vez.
En la ciudad, cogimos agua de un autómata.
Nos dio tiempo a hacer todas esas actividades y más antes de que llegara Tomoko, sus hijas y su madre que nos recogieron en una furgoneta, y salimos para Shuzen-ji, un pueblo balneario cercano.
Había un onsen para los pies, gratis y en la calle para todos.
Fuimos al templo del pueblo, y esa vez cumplimos con todas los rituales shinto ya que estábamos con nuestra familia japonesa. Cuando uno entra al templo, primero se lava uno las manos con agua que se recoge en una especie de cuchara larga.
A continuación hay que echar una moneda a una caja que está delante del altar, dar palmadas y saludar. Compramos omikuji, que son predicciones escritas en un papel y que vienen con un regalito en forma de la mascota del templo, en nuestro caso un gatito. Para Leo, se predecía mucho dinero.
Luego, para que se cumpla la profecía, hay que atar el papelito a una de las cuerdas que están tendidas en el templo.
Se puso a llover, así que después de una pausa en una pastelería, nos montamos en el coche. Fuimos por la costa en busca de una vista del monte Fuji, pero como no hacia buen tiempo, fue un poco difícil. En esta foto se ve un poco a la derecha.
Y nos quedaba volver a Tokyo para pasar la noche.
Excavadora de juguete fabricada en España, ni más ni menos.
Espejos deformantes
Del parque pasamos al templo donde se celebraban bodas y bautizos, creemos que varios a la vez.
En la ciudad, cogimos agua de un autómata.
Nos dio tiempo a hacer todas esas actividades y más antes de que llegara Tomoko, sus hijas y su madre que nos recogieron en una furgoneta, y salimos para Shuzen-ji, un pueblo balneario cercano.
Había un onsen para los pies, gratis y en la calle para todos.
Fuimos al templo del pueblo, y esa vez cumplimos con todas los rituales shinto ya que estábamos con nuestra familia japonesa. Cuando uno entra al templo, primero se lava uno las manos con agua que se recoge en una especie de cuchara larga.
A continuación hay que echar una moneda a una caja que está delante del altar, dar palmadas y saludar. Compramos omikuji, que son predicciones escritas en un papel y que vienen con un regalito en forma de la mascota del templo, en nuestro caso un gatito. Para Leo, se predecía mucho dinero.
Luego, para que se cumpla la profecía, hay que atar el papelito a una de las cuerdas que están tendidas en el templo.
Se puso a llover, así que después de una pausa en una pastelería, nos montamos en el coche. Fuimos por la costa en busca de una vista del monte Fuji, pero como no hacia buen tiempo, fue un poco difícil. En esta foto se ve un poco a la derecha.
Y nos quedaba volver a Tokyo para pasar la noche.
¡HASTA MAÑANA!
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